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Los promotores de salud infantil y adolescente están acudiendo a la cancha de fútbol para procurar que los jóvenes piensen sobre cómo vivir en forma más sana.

La escena transcurre en una cancha. Los jugadores son más pequeños de lo común porque tienen entre 8 y 12 años. Parecen maradonitas y zamoranitos porque tocan la pelota como verdaderos ídolos. De pronto, algo pasa, uno se cae, un jugador del equipo contrario le metió el pie. En un segundo, están peleando a puñetazo limpio. El entrenador detiene el partido. Reúne a los dos equipos y todos, sentados en el césped, comienzan a charlar sobre la violencia: el hombre pregunta a los futuros hombres por qué la rabia, por qué tanto enojo, y hablan sobre todas las formas que existen de resolver un conflicto sin llegar a los golpes. Espontáneamente, acaba de ocurrir una intervención de salud pública.

ésta es la esencia de un proyecto que aborda la promoción de la salud en escuelas de fútbol, con el fin de que los niños puedan desarrollarse como adultos cuya masculinidad no signifique un riesgo para sus vidas o las de sus parejas.

"A partir de un estudio cualitativo realizado en nueve países durante 2002 comprobamos que el machismo seguía siendo monolítico y que 'ser hombres' seguía siendo más importante que 'ser sanos'. Pero, a la vez, había fisuras -conductas de equidad de género- a través de las cuales quebrar esos parámetros", explica Matilde Maddaleno, experta en salud adolescente de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y líder de la iniciativa.

Así nació "Escuelas de fútbol: jugados por la salud", un programa que capacita a entrenadores de escuelas de fútbol de barrios populares para que introduzcan temas de salud en el mismo espacio del juego. "El entrenador es una figura muy fuerte para los chicos, muy respetada. Por eso es un promotor de salud casi ideal", asegura Maddaleno.

En diciembre de 2004 el programa estaba en marcha en seis países: Argentina, Brasil, Chile, México, Paraguay y Venezuela, donde ya participaron en talleres de capacitación 201 entrenadores que trabajan con 1.023 preadolescentes y adolescentes. A fin de este año estará listo el estudio sobre el impacto que ha tenido el programa en los jóvenes. "Con la demostración de la eficacia del programa, podremos ampliarnos a otros deportes y diseñar una iniciativa similar para mujeres", dice Maddaleno.

En Hacerse hombres, la construcción de la masculinidad en los adolescentes y sus riesgos, el estudio compilado por Rodrigo Aguirre y Pedro Guell en el que se basa esta iniciativa, se explica que "las formas culturales en que se percibe la masculinidad tienen algunas consecuencias negativas desde el punto de vista de la salud pública. Conductas problemáticas en el ámbito sanitario como la violencia, el riesgo de infección por VIH, las adicciones o la paternidad precoz están relacionadas con la masculinidad".

En América Latina y el Caribe, la carga de enfermedad para los hombres es 26% más alta que para las mujeres. La construcción social de la masculinidad juega un gran papel en muchas de las causas de esta morbilidad: accidentes de tránsito, homicidios, sexo sin protección, lesiones producto del consumo de alcohol. Los mandatos que rigen la masculinidad son, en muchos casos, de alto riesgo.

Y justamente la cancha de fútbol es un escenario altamente legitimado para la transmisión intergeneracional de las identidades masculinas. Era entonces en ese lugar donde podía estar el espacio que los expertos buscaban para hacer una fructífera intervención de salud.

"Fueron invitados a la capacitación entrenadores con un determinado perfil, aquellos que se consideraran educadores y que demostraran interés por tener más herramientas de trabajo y por desarrollar temas de salud", cuenta Francisco Aguayo, psicólogo clínico que participó en la primera etapa del proyecto. "Y se lograron experiencias muy buenas, como por ejemplo en Asunción y en San Pablo, donde participaban en las sesiones de entrenamiento psicólogos y educadores. Allí se hizo un buen monitoreo en vivo".

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