Volumen 6, Número 2, 2002

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11 de septiembre:
Todo cambió

por Daniel Epstein
 

El terrorismo infligió gran daño psicológico pero también provocó el reexamen del papel de la salud pública

 Men carry anthrax detection equipment

A fines de octubre, trabajadores en trajes a prueba de agentes biológicos llevan aparatos de detección al edificio Longworth House en Capitol Hill. El edificio estuvo cerrado casi tres semanas, por estar contaminado con ántrax.
Foto ©AFP/Shawn Thew

Las imágenes televisadas del 11 de septiembre de 2001 eran extremadamente aterradoras: aviones estrellándose contra rascacielos, oficinistas desesperados saltando a una muerte segura, y sobrevivientes asustados cubiertos de ceniza deambulando aturdidos.

Cuando los terroristas destruyeron los edificios más altos de Nueva York y se estrellaron en el Pentágono en los ataques suicidas estrechamente coordinados de ese día, mataron por lo menos alrededor de 3.500 personas. En las semanas siguientes a los ataques, las esporas letales de ántrax enviadas por correo a políticos y a personajes de los medios de comunicación ocasionaron la muerte a cinco personas, pero instilaron el temor del bioterrorismo en millones, en los Estados Unidos y aun en el exterior.

Estos ataques causaron un ascenso inmediato en los niveles de estrés y problemas mentales, según los expertos de salud mental. Pero también han originado un reexamen del papel e importancia del sector de salud pública, produciendo llamamientos a nuevos esfuerzos internacionales para fortalecer las capacidades de los Estados Unidos y de otros países para responder.

"Debemos maximizar nuestros recursos colectivos y conocimientos especializados para mejorar nuestra seguridad sanitaria-en el ámbito nacional, regional y mundial", dijo Tommy G. Thompson, Secretario de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos durante una reunión ministerial sobre la seguridad sanitaria internacional en Ottawa a principios de noviembre.

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