En los Estados Unidos, un creciente número de mujeres está descubriendo las ventajas de las parteras sobre los doctores cuando se trata del parto. Las parteras prometen menos intervención tecnológica, costos más bajos, una atención más íntima y, en general, una experiencia del embarazo y el parto como procesos normales y bellos y no como una emergencia médica en potencia.
En 1998, según los datos más recientes disponibles, cerca de 300.000 nacimientos en Estados Unidos fueron atendidos por parteras, según el Centro Nacional de Estadísticas de Salud. Noventa y tres por ciento de estos ocurrieron en hospitales. Aunque sólo 7 por ciento de los nacimientos en EE.UU. es atendido por parteras, este número representa un incremento de casi el doble en el curso de una década. Y, si bien las mujeres que cuentan con más educación y mayores ingresos son las responsables de este aumento, la tendencia está comenzando a popularizarse entre las embarazadas de menores ingresos.
En América Latina, donde las comadronas tienen una historia más larga, el perfil de las parteras y de sus pacientes es muy diferente. Para las mujeres en áreas rurales remotas, la carencia de acceso a los hospitales y a médicos significa que las parteras son a menudo la única opción disponible. Las mujeres de mayores ingresos y urbanas suelen optar por obstetras. De hecho, en la mayor parte de América Latina, la tendencia parece ser al incremento del uso de tecnología en el parto. Por ejemplo, en nueve países de la región la tasa de cesáreas es más de 20 por ciento (15 por ciento es considerado razonable). Para alarma de muchos trabajadores de salud pública, la tasa está en ascenso.
Sin embargo, igual que en los Estados Unidos, las parteras en Latinoamérica están a la vanguardia de la lucha para revertir dicha tendencia. La Dra. Marilia Largura, una partera brasileña con un doctorado en enfermería y 40 años de experiencia en obstetricia, percibe el problema como una superinstitucionalización de la tecnología en el parto.
"El verdadero sentido del nacimiento se fue perdiendo poco a poco en el marasmo de reglas y conductas institucionales", dice. "En cuanto el bebé grita se mide su estatura, se le pesa, se toman sus huellas digitales, se le inyecta en el músculo, se aspiran las mucosidades con fuertes aparatos eléctricos de succión, todo en nombre de la ciencia", explica la Dra. Largura.
"La prisa es la 'señora absoluta' de la situación", dice ella. "El primer abrazo del bebé con la madre, la primera mirada a los padres, el tiempo de espera para el primer contacto y conocimiento mutuo no entra para nada en consideración".
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