altLas necesidades de alimentos, albergue y asistencia médica son aspectos bien documentados de la respuesta inicial a los desastres. Además de estos servicios básicos, los organismos de socorro deberían anticipar y estar preparados para atender las necesidades de salud mental de las víctimas. Cuando trabajé como administrador local de la Cruz Roja Americana en Moss Point, Mississippi después del huracán Katrina, me di cuenta de la necesidad de contar con más consejeros con experiencia para intervenir en lo que se convirtió en una crisis de salud mental. Esta epidemia tuvo dos facetas—aquellas personas que ya sufrían de desórdenes mentales y no estaban tratando sus síntomas, e individuos sin problemas previos que empezaron a sufrir de estrés postraumático. Teniendo en cuenta que cada madrugada de 400 a 500 personas se alineaban para recibir servicios sociales, sólo había un trabajador de salud mental que trabajaba un promedio de cuatro horas diarias. Las consecuencias de no darle la importancia necesaria a este problema pueden ser catastróficas, como fue cuando se triplicó la tasa de suicidios en las áreas devastadas por Katrina, hasta 10 meses después. Sin embargo, fui testigo de una faceta poco publicada de la recuperación que incluía abuso de drogas, desintegración familiar y actos de violencia.

Unas cuantas acciones serían de gran beneficio para resolver los problemas psicosociales que surgen después de un desastre. Primero, las agencias de socorro deberían expandir sus servicios existentes reclutando más trabajadores sociales y psicólogos clínicos para atender las necesidades de las víctimas. Sería útil también que por lo menos una de estas personas pudiera comunicarse con gente sorda. Segundo, se deben establecer centros de tratamiento a largo plazo para tratar la salud mental en todos los pueblos, ciudades y campamentos de refugiados afectados por el desastre. Estos centros servirán de base para tratamientos individuales, terapia de grupo y capacitación de los trabajadores locales de salud mental. Tercero, los trabajadores de salud mental deben tomar la iniciativa de acercarse a puntos de distribución de alimentos, agua y otros servicios del gobierno para tener la oportunidad de acercarse al público e informarle de los servicios que ofrecen. Finalmente, los trabajadores deben capacitar a una nueva generación de consejeros cuando se realizan los esfuerzos de socorro,  de manera que cuando se vayan continúe funcionando la red de apoyo. Si se toma en cuenta este aspecto de la respuesta se reducirá la autodestrucción después de un desastre, además de brindar una oportunidad de crear comunidades más sólidas.


Sam Vigersky spent the summer interning at PAHO and is now a graduate student at the University of Michigan School of Social Work (Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.).