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Múltiples epidemias han causado gran mortalidad humana a lo largo de la historia. Muchas enfermedades como la peste, la viruela, la tuberculosis, la lepra y el cólera alcanzaron en siglos pasados niveles de verdaderas catástrofes. Durante el siglo XX, en los años 1918, 1957 y 1968, ocurrieron tres pandemias de influenza del tipo A que provocaron millones de muertes en todo el mundo. Estas epidemias han tenido y seguirán teniendo un impacto sobre la sociedad muy diferente a lo acostumbrado. Se agregan a los problemas epidemiológicos, las grandes dificultades de gestión de crisis que los países enfrentarán en cualquier catástrofe. El número de casos en una pandemia puede ser menos relevante que la presencia de la enfermedad en sí. Las seis muertes por ántrax en Estados Unidos o los 44 fallecidos por SARS en Canadá causaron repercusiones socioeconómicas enormes, demostrando que estamos poco preparados en el manejo de tales crisis.

Hasta finales de enero de 2006, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) ha reportado influenza aviar del tipo H5N1 en 19 países. Hasta la misma fecha, la Organización Mundial de la Salud reportó un acumulado de 152 casos humanos confirmados de influenza aviar H5N1 en cinco países, con 83 muertos. Las medidas de prevención y control de esta enfermedad en las aves es el punto fundamental para evitar la propagación entre las aves y la generación de un virus mutante que pueda transmitirse fácilmente de humano a humano y producir la tan temida pandemia. Una vez que se establezca la transmisión de esta cepa en la población general de un país, la propagación mundial será prácticamente inevitable y rápida.

Preparándose para una pandemia: una responsabilidad colectiva

Pandemias anteriores de influenza han tomado al mundo por sorpresa, sin dejar tiempo suficiente para responder adecuadamente a la gran cantidad de enfermos y muertes, así como a la crisis que se genera. Evitar que esta situación se repita es responsabilidad de los gobiernos y de las comunidades. En la Fase 3 (ver pág. 7), la forma más efectiva de prevenir una pandemia es limitar la circulación del virus en animales al máximo posible..

altSi se falla en las medidas de prevención y surge un virus pandémico humano, con transmisión de humano a humano, se declarará oficialmente el inicio de la pandemia de influenza. Este hecho obligará a los gobiernos a tomar medidas mucho más allá de lo habitual, activando mecanismos multisectorales de respuesta para afrontar la potencial crisis—con sus propios recursos y el liderazgo técnico del sector salud.

La prevención y los preparativos para una potencial pandemia de influenza requieren de la colaboración entre salud y agricultura, otros sectores del gobierno, organizaciones internacionales, universidades, centros de investigación y el sector privado. Es decir, la estrategia actual de reducción y atención a los desastres en las Américas debe aplicarse en toda su dimensión para lograr la integración de las capacidades nacionales e internacionales para resolver un problema común más allá de los límites institucionales y sectoriales.

Respondiendo a una crisis potencial

Al producirse una pandemia de influenza, la reacción social será suficiente para generar un efecto dominó en el mundo. Para el sector salud esto significará, entre otros, un alza explosiva en el número de pacientes (infectados o no) en busca de atención médica. Por lo tanto, los países necesitarán ampliar fuertemente la capacidad de los servicios de salud, incluidos los de emergencia, consultorios, unidades de cuidados intensivos, ambientes de hospitalización y eventualmente morgues. Por otro lado, mejorar la higiene, el estado de nutrición y la disponibilidad de medicamentos para tratar las complicaciones secundarias de la influenza servirá para mitigar las consecuencias para salud de una pandemia.

Es probable que se produzca desorden y ausentismo en todos los sectores de la fuerza laboral por miedo y por enfermedad. Esto provocaría la disminución temporal de la capacidad en servicios esenciales como atención de salud, seguridad, transporte, agua potable, electricidad, telecomunicación, economía y comercio, y presionaría a los gobiernos a decidir si cierran o no los lugares de alta concentración de personas como escuelas, mercados, estadios, centros comerciales y edificaciones.

Frente a una pandemia, las oficinas nacionales de desastres deberán liderar la implementación del plan de contingencia, la activación del Comité y Centro de Operaciones de Emergencia, la movilización de la capacidad multisectoral para el alistamiento rápido e inicio de la respuesta, el despliegue de equipos de respuesta a la emergencia, la asignación de recursos financieros para la respuesta a la pandemia y la implementación de procedimientos y mecanismos logísticos acelerados. El área responsable del manejo de temas de salud en las emergencias y los desastres debe convocar al Comité de Emergencias en Salud y promover la participación multisectoral.

El sector salud deberá ejecutar otras acciones importantes como: comunicación del riesgo, ampliación de la capacidad de los servicios de salud, vigilancia epidemiológica con atención a eventos inusuales, activación de la alerta temprana, distribución y prescripción de antivirales, vacunación (cuando esté disponible) de poblaciones de alto riesgo, e intercambio de información entre las instituciones y los países. Otras medidas de salud pública incluirán la cuarentena y mecanismos de distanciamiento, restricciones de viaje y comercio y recomendaciones para transporte internacional.

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No debemos perder de vista que una pandemia de influenza es sólo un riesgo adicional para la salud pública. Cada mes mueren cerca de 1,2 millones de personas mundialmente por enfermedades prevenibles. Con más de 45 millones de personas infectadas y alrededor de 22 millones de muertes, VIH/SIDA pronto se convertirá en la mayor catástrofe humana. Por lo tanto, se debe mantener un balance entre prioridades de salud nacionales y los compromisos relacionados con la seguridad en salud mundial.

Los medios de comunicación y el público requieren de directrices claras y acción visible de las instancias más altas del gobierno y no sólo del Ministerio de Salud. La amplitud potencial del problema requerirá que todos los sectores implementen coordinadamente las medidas recomendadas para controlar o mitigar los efectos de la crisis. América Latina y el Caribe tienen Sistemas Nacionales de Protección Civil y Unidades de Desastres en salud que son piezas claves del gobierno en la gestión de una crisis nacional.

Las autoridades de otros sectores, en particular del sector agricultura y ganadería, son esenciales para evitar que se extienda la influenza aviar y disminuir la posibilidad de la aparición de un virus pandémico. En cuanto se confirme la transmisión continua del virus de humano a humano, el sector salud asumirá el liderazgo para implementar mecanismos de vigilancia epidemiológica y salud pública para tratar de contener o demorar el curso de la pandemia. Cada semana ganada en demorar la aparición de la pandemia, es importantísima para reducir el impacto económico y social. Finalmente, si la pandemia se instala, los sistemas nacionales de manejo de emergencias y desastres deberán activar toda la capacidad nacional para responder colectivamente a una emergencia sanitaria potencialmente catastrófica.

Las enfermedades transmisibles continuarán causando graves emergencias de salud pública por muchos años más. Aunque se está trabajando en iniciativas importantes en varios sectores, el sector de la salud debe involucrar y colaborar con otros actores, una estrategia que no está en práctica ahora. Incrementar las actividades de preparación ahora para una pandemia de influenza—suceda o no—será de mucho beneficio para la salud pública en general.